Vuelve, vuelve tarde pero vuelve, vuelve a mí si te pierdes.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Quédate conmigo, no salgas de la ca(l)ma.

Yo lo miraba y puedo jurar que el mundo empezaba y acababa en él, cada leve parpadeo producía en mi un sentimiento de ternura y amor que no puedo ni explicar con palabras porque ese eterno segundo en que su mirada rozó la mía en dirección suelo se repite en mi mente una y otra vez. Puedo jurar que todo lo que había soñado, deseado, pedido durante años podría dejarlo atrás por él y viajar al fin del mundo si hiciera falta porque esa imagen hace que se le perdone todo, que se lo merezca todo, porque resulta que no es lo que hace o deja de hacer por ti, sino como eres tú al mirarlo a él. Llegar a sentir por un momento la humildad real, la entrega entera y llena, la capacidad infinita de hacer lo que sea por otra persona es lo único que puede sacar lo mejor de ti y si él saca lo mejor de mi, lo quiero a mi lado.
Un segundo compensando años de soledad y llenando vacíos que quizá no pueda volver a llenar en meses, en años... como un lago que se queda sin agua y de repente llueve tanto que reboza. Tengo la extraña manía de relacionar los lagos y ríos con el sentimiento que te produce el enamoramiento, primero violento, fuerte, a fondo, y luego, calmado.
Si haces brillar mis ojos de esa manera no hay nada que pueda pedir, nada que pueda soñar, ningún otro podrá regalar un brillo mas feroz, mejor, más caro, porque ni el diamante más valioso del mundo puede comprar el brillo de ojos que produce la satisfacción de poder quererte a ti mismo gracias al amor que sientes por otra persona, dado que es verdad eso, que para querer a alguien primero hay que quererse a sí mismo, pero también viceversa, porque si no sabes querer a nadie más que a ti, siempre estarás solo.

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