Vuelve, vuelve tarde pero vuelve, vuelve a mí si te pierdes.

jueves, 11 de junio de 2015

Victim of myself.

Cuando imaginas, lo haces siempre hacia arriba, ascendiendo, subiendo escaleras, llegando a picos de montañas, en un ascensor de camino al cielo, surcando los mares en barcos de vértigo. Cuando imaginas, lo haces pensando en las personas que quieres, en las que aprecias, en las que crees que hacen tu vida mejor. Cuando imaginas, te imaginas feliz, con éxito, cochazos, casas impresionantes e incluso con tu propio avión privado o un yate, ¿por qué no? Cuando imaginas, no piensas nunca en que algo con lo que te vas a encontrar en tu camino hacia la vida perfecta puede fallar. No piensas en las desgracias, en los accidentes, en la mala suerte, en los atascos, ni en las huelgas, ni en la gente muriendo de hambre. Nunca crees que pueda pasar nada malo, no piensas en que alguien podría hacerte daño, no piensas en que, a veces, las personas resultan no ser como te las habías imaginado, porque una cosa son las expectativas y otra cosa es la vida real. 
No piensas en los tropiezos y por eso mismo nunca te acuerdas de ellos así que vuelves a cometer los mismos fallos una y otra vez, una y otra vez... aunque puede que no sea eso, puede que te guste recrearte en el sufrimiento, en el deseo de hacer mejor algo que no puede evolucionar porque la evolución siempre significa cambio y hay cosas que no cambian nunca. Puede que te creas heroína del destino y que pienses que puedes solucionar los problemas morales o sentimentales de cualquier alma rota que se cruce en tu camino pero, aun dejándote todas tus energías en ello, no podrás hacerlo, porque hay cosas que son como tienen que ser, pero aun así, tu te empeñas en volver a intentar solucionar vidas ajenas porque realmente no tienes ni idea de qué hacer con la tuya, aunque hubiera sido "tan fácil" como escuchar tus propias palabras. Pero puede que sea eso lo que te hiere, no el amor o el desamor, sino el hecho de querer estar siempre en contacto con el dolor, la necesidad de sufrir para sentirte viva, para salir de un vacío que solo está en tu cabeza, la necesidad inequívoca de sentirte salvadora, de convencer a alguien, que un día dejó de creer, que aun hay gente buena que cree y quiere ayudar, pero tal vez no iba por mal camino. 
Entonces, te vas dejando de lado, cambias todo tu ser por ese dolor de la otra persona, que se queda como nueva, porque ha chupado toda tu ilusión de vivir y de cumplir sus sueños, pero a ti ya no te queda nada, has perdido toda tu energía y también la has perdido a ella. Vuelves a buscar a quien salvar, vuelves a ese círculo vicioso del cual no puede salvarte nadie salvo tú, nadie puede hacerte ver que la verdadera dimensión del amor se encuentra en el bilateralismo, el amor recíproco es el amor verdadero, cualquier otra dimensión no es amor como tal, habría que llamarlo de forma diferente. Sería como si llamáramos cuchillo a todo aquello que corta, y no es así, pero no hay que olvidar que, a veces, lo que más corta es lo que menos duele y puede que sea ahí donde está esa zona, esa zona en la que, por mucho que sufras, estás en tu hábitat natural y, por ello, no quieres salir de ahí. 

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